¿Obsesionada con tener el cuerpo perfecto?

Por María Marín 

Una vez mi abuela me dijo: «¡La primera ocasión que escuché las palabras bulimia y anorexia fue después de celebrar mis 75 años!»

Y es que en los tiempos en que crecieron nuestros padres y abuelos, no existía la obsesión de tener cuerpos perfectos, ni la epidemia actual de desórdenes de alimentación.

Entonces la pregunta es: ¿Cuándo comenzamos a odiar nuestros cuerpos y a medir nuestra autoestima, de acuerdo al número que aparece en la báscula?

La respuesta es sencilla: Desde que la televisión, el cine, las revistas y los anuncios comenzaron a bombardearnos con imágenes femeninas que no son reales.

Todas las fotos publicadas en revistas son retocadas. Aplican el color de piel perfecto para que brille, le alargan las piernas, le quitan libras del estomago y moldean su cintura. En la vida real ninguna modelo se mira así.

Los medios han sabido cómo jugar con nuestras inseguridades, mostrándonos anuncios nos hacen sentir inferiores. Es entonces cuando ellos pueden promover la crema, el maquillaje o la máquina de hacer ejercicios que debemos comprar con el fin de vernos como las modelos de los anuncios.

Dicho conflicto nos ha convertido en enemigos de nuestros cuerpos, pero recuerda que tu cuerpo es tu vivienda por el resto de tu vida, ¿no crees que es hora de hacer la paz en tu hogar?

¿Cómo puedes parar esta obsesión?, tienes que comenzar por aceptar tu figura, independientemente de su dimensión, esto no quiere decir que no te importa mejorar la apariencia, !no!, lo que significa es que te quieres tal como eres.

Haz lo siguiente:

1) Mírate desnuda en el espejo y oblígate a hallar un punto positivo por cada punto negativo que encuentres. Crea conciencia de tus aspectos positivos.

2) Desde hoy comienza a decir: «!Acepto mi imagen!», «!Me gusta mi apariencia!». Al principio, es posible que te sientas incómoda y no lo creas, tu subconsciente no sabe la diferencia entre lo real y lo imaginario, por eso mientras más lo repitas, más te convencerás.

3) Cuando veas un anuncio que te deprima, en vez de decir «¿Que hay de malo en mi?» pregúntate: «¿Qué están tratando de venderme?». Establece tus propios estándares y no permitas que un anuncio lo haga por ti. Apaga la televisión, cierra la revista y recuerda que estas imágenes son irreales.

Debemos aprender de nuestros antecesores, como dice mi abuela: «No hay que hacer dieta para tener un peso saludable, ¡sólo hay que comer cuando tienes hambre y parar cuando estés satisfecho!». ¡Que simpleza!