Hijastros en tu relación

Por María Marín

La otra noche recibí una llamada a mi programa radial que me estremeció. Carolina, de 29 años, me contó entre lágrimas que está pensando dejar a su esposo. Resulta que ella se casó con un viudo padre de tres hijas y la mayor de 14 años ha convertido su vida en una pesadilla. Quiere mandar en el hogar y tiene la habilidad de manipular al padre para que la complazca en todo. Al año de casada Carolina ya está decidida a divorciarse. Traté de calmarla y le confesé que yo también fui una niña rebelde como su hijastra.

Cuando mi madre murió, yo tenía nueve años y mis hermanos tenían 10 y 11 años. Después de su fallecimiento me refugié en mi padre para llenar el vacío emocional que sentía. A los dos años de enviudar, mi papá se volvió a casar. Para mí fue difícil aceptar a una madrastra.

Yo era la niña linda de mi papi, y el que otra mujer llegara a su vida me hizo sentir unos celos terribles. Yo veía a esta mujer como alguien que llegó a alterar la dinámica familiar que  habíamos construido después de la muerte de mi mamá. Por eso, los primeros años de matrimonio mis hermanos y yo nos dedicamos a hacerle la vida imposible.

Increíble, pero hoy día esta mujer es mi mejor amiga. Ella pudo haberse rendido muy fácilmente y huir de este hogar en el que la estaban volviendo loca. Sin embargo, en vez de abandonarnos, decidió luchar por el amor de tres niños que parecían ser rebeldes, pero en realidad estaban desesperados porque  alguien llenara el vacio que había dejado su madre.

Mi consejo para Carolina, y otras mujeres en la misma situación, es que analicen dos cosas. Primero, no tomes esta situación personal, recuerda que no tiene que ver contigo. Cuando un niño muestra un comportamiento rebelde, generalmente es a consecuencia de alguna herida emocional que no ha superado. Y segundo, antes de tirar la toalla piensa en los valores, los principios y el corazón de tu esposo. Si es un buen hombre, ¡no se te ocurra dejarlo! Pregúntale a mi «segunda mamá» (como me refiero a ella actualmente) y te dirá: «No fue fácil tratar con tres diablitos, pero valió la pena porque hoy día vivo con el amor de mi vida. Heredé tres hijos que adoro y me consideran su madre…¡qué afortunada soy!». Gracias a su amor y perseverancia, ¡yo le estaré agradecida toda la vida!

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