Deja tu ego a un lado

Por tu bien, haz a otros creer que tienen la razón

Por María Marín

En el año 1502 sucedió un incidente en la vida de un famoso artista que nos enseña una estrategia muy efectiva para mantener la armonía, tanto en el trabajo como en el amor.

En aquellos tiempos, un inexperto escultor acababa de arruinar un enorme y costoso bloque de mármol en la Catedral de Santa María del Fiore en Florencia, Italia. Este hombre hizo un gran hueco donde se suponía que iba esculpida una de las piernas de la figura.

El alcalde de la ciudad estaba frustrado y quiso contratar otros talentosos escultores, entre ellos Leonardo da Vinci, pero todos aseguraron: «¡este pedazo de mármol ya no sirve para nada!».

Sin embargo, después de examinar la pieza, Miguel Ángel fue el único que dijo: «yo puedo hacer una magnífica obra de arte si adapto la pose para que no se note este hueco tan espantoso».

Y así comenzó a esculpir El David. Cuando estaba a punto de terminarlo, el alcalde, quien tenía fama de «sabelotodo», miró la obra y dijo: «está bonita, pero lo veo muy narizón, por favor arregle eso». Miguel Ángel tenía todo el derecho de alegar furioso: «¡está loco! la proporción de esta escultura es perfecta con relación a las dimensiones del cuerpo humano. ¡Usted está mirando desde un ángulo que no le da la perspectiva correcta, no voy a cambiarle nada!».

No le convenía refutar porque eso podía poner en peligro la oportunidad de futuros trabajos y hasta arruinar su carrera. Con apenas 24 años de edad, este joven sabía que es mejor debatir con acciones que con palabras.

Así que en vez de tratar de convencerlo, se subió a la escalera con el cincel y el martillo en una mano, y en la otra, un puñado de polvo de mármol que había en el suelo. Simuló que tallaba la nariz de El David mientras dejaba caer los residuos del mármol. Luego de fingir cincelazos y martillazos por varios minutos, le dijo: «acérquese y dígame que opina». A lo que su jefe respondió: «Ahora sí se ve mucho mejor, parece que tuviera vida propia».

Al igual que el incomparable Miguel Ángel deberíamos ser más sabios y dejar el ego a un lado. En vez de querer imponer nuestro punto de vista todo el tiempo para probar que estamos correctos; de vez en cuando, podríamos hacer creer a otros que tienen la razón, para así evitar discusiones, peleas ¡y hasta guerras! Uno de los retos más grandes que tenemos los seres humanos es lograr llevarnos bien con otros para ser felices y vivir en armonía.

Mi papá, a quien admiro porque tiene mucha sabiduría como Miguel Ángel, aconseja: «Antes de discutir, reflexiona qué prefieres: ¿estar en lo correcto o ser feliz?»

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